Ando
asesinándome con preguntas empozoñadas,
de
la misma forma que me consumiría un cáncer.
Y
me debato entre llamas de ruindad e infamia
esperando
impaciente las estériles respuestas.
Creo
que en mis ojos todavía perdura un rastro
de
curiosidad. Vacilante.
La
retórica es ya un placebo para mis recovecos;
mis
labios ya no sentencian... no son verdugos.
Tan
sólo deseo precipitarme muy lejos de la felonía,
retirarme
muy dentro, reducida, y esconderme
donde
puedan protegerme las leyes de la mascarada.
Y
siento que en mis ojos todavía resiste un hilo
de
fervor y confianza. Latente.
La
candidez que antaño habitaba en mi talento
escogió
mudarse este invierno a otros lares,
dejando
un hondo pesar en sus lejanas pisadas
huyendo
del gris desencanto de la experiencia.
Pero,
creo que en mis ojos late un halo de esperanza.
Ilusión.
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