En
la danza carnavalesca del viaje
andamos
velados tras antifaces de amparo,
coreografiados
como títeres por el azar
intuyéndonos
entre la multitud de colores.
30
noches tardó tu ausencia en partir,
en
las maletas, mis sonrisas robadas,
dejando
mi mente por fin descansar.
¿Quien
abrió la frontera de mi cuerpo?
¿Quien
te permitió invadir mi lecho?
Acaso
te invité sin tener consciencia.
El
encuentro que perduró en la nostalgia
se
hizo fuerte en nuestra memoria,
dando
esquinazo y espalda a la evidencia
chantajeando
a nuestros sinceros anhelos.
Aléjate
de desleales resignaciones,
conformismos
y tolerancias moldeadas.
De
ruegos y vaporosas modificaciones.
No
colabores en los intrigas de la soledad;
ella
propicia el tropiezo en su provecho
convirtiéndolo
en el esperado hallazgo
que
desde los sueños toma cuerpo.
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