Ojalá pueda sublimar su saliva en mi piel
y amanecer con la brisa entre sus dedos;
intimidad desobediente.
El grito de la humedad en los oídos
como un eco lascivo de cada capítulo desandado;
acostándome con sus susurros
en la gruta secreta donde resucitan
aquellos roces como balas
saliendo de los cartuchos,
acribillando mi Ser.
Sé que algo se estremece
pero se arquea dentro de un espejismo,
codiciando el credo del alquimista
labrando este mundo que elegimos;
anhelo su franqueza y su olvido agonizando
mientras me muestra el camino
como un jinete cabalgando los secretos,
desciende a través del río donde resucité
tan inalcanzable como verde;
ya no queda tiempo para pausas
ni para el invierno.
Gracias, por todo lo aprendido... Gracias, por compartir el camino... Gracias, gracias, gracias...
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