Marinero cretense de ensortijado cabello,
partió sin mapa ni destino en su Argo velero.
Alma inquieta, avizor y celosa..
los ojos callados...
espera fulgor generoso que oriente al ocaso.
Nueve sibilas cantaban a su paso por Enez Sun,
musitaban su nombre, sentadas en funestos riscos,
clamaban al mar y al viento que le tentasen,
imantando la nave hacia sus escarpados peligros.
Egeo navegante que implora al hijo de Lir
densa calima insondable para no sucumbir.
Alejado de sus dioses y azorado,
suspira al legítimo progenitor de Meroveo,
que arrastrará la goleta con sus nervudas astas
cautivo incesante de su ansiado laureo.
Llora a una de las cincuenta ninfas del mar,
a la nieta de la titánide, la más bella y tenaz,
la que guarda las cenizas del portador de la lanza
que truncó el aliento del primogénito de Ilión.
La llora y la gime, respira su nombre y aguarda.
Marinero vencido que cincela vertellos
la piel atezada y salada
esperando el destello.
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