Hastiada de ornamentales farsantes y fariseos,
de novelescas hojas caducas que nunca me colman,
yo, que soy resistente encina, de avezada naturaleza,
esquivo el tocón que perdura conservando raíces.
¡Por fin he encontrado el sauce que me cobije,
qué me ampare con incendiadas ramas!
Ya no anhelo más que la perenne sombra de su corona,
que me enreda con cimientos de anhelo, me eclosiona.
Pero el árbol tiene emponzoñado floema,
intrincado tronco y dilema,
que dificultan el acceso y distancian del tacto;
hosca y severa resina le guarecen desde la plántula,
entorpeciendo el retorno a la vereda de su admirado flanco...
Permíteme podar la oscura hiedra que te cubre,
que limpie tus hojas de empozoñada tierra pasada....
Oscila entre mi insólito hálito y fragancia,
crece recio e incólume ligado a mi espalda.